Caballos y vacas pueden pastar en los mismos campos, pero son animales muy diferentes. De hecho, los caballos están más emparentados con los rinocerontes y los tapires que son otros animales de granja. Sus ancestros eran pequeñas criaturas parecidas al venado o al cerdo que habitaban los bosques.
Hace 50 millones de años, cuando los pastizales comenzaron a extenderse por el mundo, los primeros caballos se trasladaron a las praderas y desarrollaron dientes más resistentes para hacer frente al pastoreo.
Expuestos en la llanura abierta, los caballos se juntaron en manadas o caballadas para sentirse seguros y, en los siguientes 40 millones de años, desarrollaron patas gradualmente más largas para aventajar a sus depredadores.
Los leones y lobos pueden flexionar sus espinas dorsales cuando corren para incrementar la longitud de sus zancadas. Los caballos no pueden hacer esto porque tienen que sostener un gran cuerpo en forma de barril lleno de pasto lentamente digerido. Eso requiere una espina dorsal rígida e inflexible como soporte.
A cambio de ello, estos cuadrúpedos evolucionaron para correr de puntitas. El casco de un caballo es la uña del tercer dedo de cada pata. Los otros dedos se han achicado casi por completo, mientras que el tercero se ha agrandado considerablemente.
La coyuntura de la pata en un caballo, conocida normalmente como rodilla, corresponde en realidad a nuestra muñeca, en tanto el espolón, que parece el tobillo, es de hecho el nudillo de un dedo.
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Al sostenerse sobre la punta de sus dedos, ha incrementado el número de huesos que contribuyen a la longitud total de la zancada y, dado que la evolución extendió gradualmente cada uno de esos huesos, el largo total de las patas aumentó. Los carnívoros no pueden hacer esto: necesitan tener sus garras lejos del suelo para mantenerlas afiladas.
Las ventajas de las patas de los caballos van más allá de ser muy largas y livianas: estos animales carecen de músculos debajo de la rodilla. Todas las articulaciones se mueven por medio de tendones y nervios, como los cables en un sistema de poleas. Esto permite que los pesados músculos queden cerca del cuerpo y no sea necesario moverlos hacia adelante y hacia atrás con cada zancada.
Eso sí, las patas de los caballos son muy delicadas. Sin músculos para absorber un impacto, basta una patada de un rival o un torpe aterrizaje sobre el suelo disparejo para rasgar un tendón o romper un hueso.
Los equinos usan almohadilla esponjosa en la parte inferior de sus cascos para bombear sangre a las patas y, como resultado, puede requerirse mucho tiempo para que sanen las heridas. Incluso con la intervención del veterinario, la fractura de una pata suele ser una lesión fatal para un caballo.
Los caballos no son rumiantes; sólo tienen un estomago, en contraste con los 4 de la vaca. A cambio de ello, el pasto se digiere en el ciego, una cámara agrandada del intestino grueso.
Ahí se conservan cerca de 28 litros de estiércol líquido de pasto semidigerido y bacterias simbióticas que descomponen la celulosa del pasto. La mezcla exacta de especies bacterianas en el ciego de un caballo depende de los alimentos que éste consuma.
La dieta de las especies domesticadas debe variar gradualmente para permitir que la población bacteriana se adapte al nuevo equilibrio nutritivo porque, de lo contrario, los caballos tendrán cólicos.
Las enfermedades gastrointestinales son la principal causa de muerte entre los caballos domesticados, que también son muy vulnerables al envenenamiento, en vista de que no pueden vomitar.
Algunas plantas, como la hierba de Santiago, pueden provocar daño hepático severo. Los caballos evitan esta hierba fresca debido a su sabor amargo, pero no pueden detectarla cuando está seca.
Si bien los caballos, los burros, las cebras y los asnos son especies distintas, todos pertenecen al mismo género: Equus. Están lo suficientemente relacionados entre sí como para cruzarse, aunque los híbridos son casi siempre infértiles. La mula -el híbrido más común- es una cruza entre el burro macho y una yegua.
En su mayoría, los caballos salvajes descienden de equinos domesticados que después huyeron o fueron liberados a su hábitat natural. Los caballos se extinguieron en el continente americano hace aproximadamente 12 mil años y se reintrodujeron con la llegada de los colonizadores españoles en el siglo 16.
El único de estos cuadrúpedos verdaderamente salvaje que se conserva es el de Przewalski: se trata de una subespecie muy rara del caballo moderno que sólo se encuentra en Mongolia.
Los caballos se domesticaron por primera vez hacia el año 4,000 a.c., la crianza selectiva ha dado como resultado animales más dóciles. Pero, hasta cierto punto, cada uno de estos animales debe entrenarse de nuevo antes de aceptar la silla de montar o de responder a órdenes elementales del jinete. Este proceso se conoce como domar un caballo.